jueves, 30 de marzo de 2006

Dos por Uno


Estoy ansiosa, espere este momento por meses, estos pasajes se toman con anticipación y sin devolución.

Y si ocurre un imprevisto? Debo correr el riesgo?
Es tarde de Jueves, no sé si volare el Sábado, coincide el cambio de mando, me complica estar a primera hora en el aeropuerto, la ruta 68 cerrara el viernes por la noche y estamos distanciados con mi compañero de viaje.

Una conversación de pasillo, me hace reafirmar que debo ir, la vida hay que disfrutarla y este viaje no me lo quiero perder. Me costo un mundo esta semana a cuenta de vacaciones, es mi cumpleaños y quiero celebrar. Si no resulta, aplico plan B.

Desde que planificamos el viaje han cambiado mucho las cosas, malos entendidos con mi compañero nos hacen no saber a que atenernos.

Dónde dormiré el viernes? Otra buena amiga me convida a su casa. Conversamos hasta tarde, no hablamos de mi viaje, es una incógnita incluso para mí, es lo que me gusta de estos planes, nunca sabes como terminan.

Ya es hora, una linda y fría mañana, el transfer paso temprano, solo dos pasajeros rumbo al aeropuerto, en el camino, francotiradores apostados en edificios cercanos al aeropuerto, la vigilancia se redobla con estos acontecimientos.

Estoy nerviosa, no sé de mi compañero de viaje, hace una semana que no hablamos; si no aparece a las 10, iré por un café y luego... plan B.
Este juego misterioso, me hace estar expectante, me río como niño chico en espera de su regalo en noche buena.

Estoy en la puerta de vuelos nacionales, tomo mi derecha, hay pocas personas en los mesones de vuelos, claro, no es un día para viajes, es un día de connotación mundial: una mujer asume el mando de mi nación. No estaba en nuestros planes.

Avanzo por el hall, no veo a mi compañero, respiro hondo y sigo, es temprano aun y todo puede suceder. Me siento a esperar, escojo un asiento mirando al poniente, así tendré la visión de los que ingresan hacia mí.

Ahí esta!!!, Arrastra un bolso verde y una mochila al brazo, viene cabizbajo, es lógico, luego de los dimes y diretes no entiende mucho la situación, estamos a tiempo y vamos a nuestro destino final.

Me saluda con sorpresa, es un saludo cordial, de conocidos, no me preocupa, yo solo espero mi vuelo y él tiene mi boleto, es mi regalo de cumpleaños.

Propongo entregar maletas y quedar libres del chequeo, al mesón voy primero, la asistente me indica arribar por puerta 26, espero, a mi compañero le informa que debe ir a puerta 24; confundida pregunto: No hay problemas, fue solo un error que nos permite relajarnos y bromear sobre el momento.

En seguridad, cartera y mochila pasan por la cinta delatora que indica que no va ningún elemento prohibido en nuestro equipaje de mano. Seguimos dirección a las puertas 24 y 26. Casi al llegar, mi compañero me indica otro destino, él es cliente frecuente y dirige sus pasos hacia el salón VIP, me invita a seguirlo, no me hago esperar.

En el salón, la chica colombiana nos atiende familiarmente, pido un té, mi compañero agrega un jugo.

Uno frente al otro, en los cómodos sillones, aun no se relajan nuestras mentes, el no entiende cuál es mi propósito y yo me entretengo pensando en que el no entiende.

El llamado al vuelo 386 se hace escuchar, debemos embarcar, nos despedimos de la chica colombiana y nos dirigimos, yo a la puerta 26 mi compañero a la 24. Boleto en mano, el suyo marca PREFERENTE, el mío no, entre burlas dice que debo ir a la fila general, no se la diferencia, me dice que ingresara al avión antes o al final de todos, de esa forma no se incomodara con el resto de los pasajeros, me parece clasista de su parte así que me pego a su lado e ingresamos al mismo tiempo como preferentes en primer orden.

En nuestros asientos, listos para el despegue, aun no se rompe el hielo, mas, la comunicación fluye; ambos con libros en mano, además de los diarios del día. El viaje es largo, arribaremos a las 14:30 posterior a dos escalas y todo lo importante en el país ocurrirá mientras estemos en el aire.

Estamos volando y el desfile de azafatas ameniza nuestro viaje, sin darnos cuenta ya estamos en Antofagasta, cambio de pasajeros, recarga de comvustible y reanudamos viaje. Nuestra comunicación es cada vez más cercana.

Siguiente parada: Iquique, aquí podría bajarme, pero esta vez mi destino es otro. Nuevamente emprendemos vuelo, nuevos pasajeros y una nueva ronda de sándwich.

Estamos llegando, anuncia el capitán. Me siento feliz, mas de cinco años que no veo Arica, esta vez es diferente, no conocemos el hotel y las reservas fueron hechas por correo, se suma nuestra diferencia y no sabemos como resultara este cumpleaños.

Vamos por nuestro equipaje, un taxi nos espera rumbo al hotel.

El hotel es de mi gusto pero no de mi compañero, lo encuentra caro, es temporada baja y no son justo los valores, le ofrecen una atención y nos quedamos.

Reina el calor, son las 4 de la tarde y La Lisera nos espera, una delicia sus aguas templadas. De regreso por la tarde el panorama es perfecto, ricos jugos de mango en el lugar indicado. Hasta ahora todo bien, mañana es otro día, mas sol, playa y el infaltable ceviche peruano, en el mercado de Arica.

Así se nos van los días, es Miércoles ya, debemos regresar, nos vamos con nostalgia y ganas de quedarnos, fue un bonito viaje, 4 días de sol, playa y agradable compañía.

Mi cumpleaños fue sencillo, el saludo correspondiente, un regalito de mi compañero ya somos amigos nuevamente. Mi regalo principal, ese lindo vuelo a esa lejana ciudad. Me queda los recuerdos y las ganas de volver a encumbrarme por los cielos hacia otro templado lugar.

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