Esa puerta me habla...

No, no es la muñeca de Paulina, aunque pareciera, porque cada vez que paso por esa calle no puedo evitar quedarme un rato mirando hacia adentro.

Algo me invita a pasar, veo a través del dintel el oscuro pasillo que lleva hasta ese añoso ascensor de rejas, del cual quedan muy pocos, y solo en edificios muy antiguos de la gran urbe.

Entrábamos de tarde, con la excusa del curso en comercio exterior.

Un par de horas a las cuales no atendíamos, ni a la clase ni al profe.

Nos entreteníamos con mensajes de papeles, como cuando estas en el colegio, y te entregas papelitos a pesar de estar al lado del receptor.

La hora de clases era nada, a veces, se nos hacia eterno y sencillamente hacíamos la simarra en el recreo.

Otras, ni siquiera alcanzábamos a llegar porque esa puerta no nos dejaba entrar.
Escapábamos a mil por horas lejos del mundanal ruido para amarnos largo y descaradamente.
Eran tiempos de deseos, de ganas, de entusiasmo y alegría.

Hoy, esa puerta esta callada, lúgubre a la espera de otro par de locos que vibre con el solo chirriar de su abrir manual de rejas.

Era primavera, como ahora, todo brillaba, el sol, las flores, los aromas, cantos de aves, todo estaba armónicamente expuesto en el rompe cabezas del momento.


- Que fue de ese curso?
- Aprobamos?
- Y los planes que nos llevaron a tomar ese intensivo tema?
- Dónde nos perdimos?
- En ese ascensor antiguo y lleno de recuerdos?
- O en la hipocresía de la vida irresponsable?


No fue mas que una primavera, la siguiente todo fue diferente, ya no estuvo la puerta que me habla, ni el ascensor que nos invitó a jugar con los momentos.

Sin embargo todo sigue allí, la misma puerta con mas capas de pintura que antaño, pero es la misma puerta, lo sé, porque a pesar de su remozada vestimenta me mira y me habla.

Me dice cosas, cosas del pasado, cosas que ya no volverán pero que grabó en su mente de puerta, cada vez que nos vio cruzar ese umbral...