Todos, entumecidos por la niebla, asustados de perdernos, y temerosos de no alcanzar el final del camino, iniciamos nuestro ascenso.
Sin ningún objetivo mas que lograr cumbre, cada quien mentalizo y ajusto sus esquemas de manera de lograr sus propios objetivos que finalmente se resumirían en un solo objetivo común, lograr la cima del viejo Roble.
Al inicio es siempre igual, descansados, y con todo el ánimo del despertar, ansiosos por empezar.
La probabilidad de encontrarnos con algo de blanco en la cima, era alta, a lo lejos, el Roble se mostraba jaspeado. La noche anegada del Jueves, hizo peligrar esta nueva aventura.
Desde el oriente se vislumbraba el día gris, nubarrones amenazadores nos invitaban a recular más que a subir.
Desde el poniente los primeros claros solares, prometían un ascenso alegre y divertido, había que concluir en un término medio.
Así, con los pies bien puestos en los bototos, iniciamos nuestra caminata hacia lo alto de la montaña.
Las últimas imágenes enviadas por Gilda prometían rojos y amarillos apuntando hacia el este, pero el gris con que se teñía el ascenso, nos mostraba que seria en otra oportunidad en que veríamos los viejos robles deshojando sus ropajes.
A poco subir, pelones de nieve empezaron a marcar nuestros pasos, asentando cada vez con mayor intensidad la huella blanca olvidada por algún cómodo visitante.
Del café al blanco sin anestesia, nos fuimos adentrando en un túnel calmo de hielo que congelo todos nuestros asombros.
Como Hansel y Gretel, paso a paso, alegres al principio y maravillados pronto, en fila india uno tras otro para no perder el compás, nos fuimos petrificando de admiración y encanto.
Nadie cabía en su pellejo, la inmensa maravilla que se desplegaba ante nuestros ojos, nos hacia verificar en cada paso lo magnifico de la naturaleza.
Así, en silencio, por la blanca senda, seguimos nuestra ruta con cautela y entusiasmo.
No había donde descansar los huesos, todo estaba cubierto por el manto de nieve, solo quedaba seguir subiendo hasta el final.
A medida que nos acercábamos a la meta, el frío se hacia mas intenso y los pasos mas lentos, ya no quedaban huellas del acomodado forastero, había que marcar a ciegas las pisadas que seguiría toda la fila india que venia detrás del guía.
Entre curva y vuelta, vistas y fotos, fueron llenando nuestras retinas y nuestras fotografincas, nadie quiso perder el respaldo de lo que estábamos viviendo, a concho.
Cada vez más cerca, avistamos las antenas que nos indicaban que la cumbre estaba al alcance de nuestros pies.
Arriba, en lo mas alto de la montaña, era posible ver todo, girando de norte a sur de este a oeste, era posible sentir lo pequeño que somos ante una inmensidad tan evidente.
La ventisca de varios grados bajo cero, gélida y petrificante, nos advirtió que solo podríamos permanecer un par de tiempos para reponer fuerzas y retomar el largo retorno.
Tampoco en la cima fue posible descansar, todo era hielo y nieve.
Presurosos, la foto de rigor, y a emprender la retirada antes que la noche se dejará caer en las altas cumbres.
Un descenso acelerado para bototos que no soportaron el deshielo de traviesos copos infiltrados en busca de abrigo entre nuestras calcetas, debían intentar salvar del congelamiento de nuestros preciados piececitos de niños.
Felices por la hazaña realizada y con nuestra mente saturada de imágenes inolvidables, logramos finiquitar una vez más, una osada aventura.
Esa noche dormí en paz, feliz y agradecida del fortunio de disfrutar la mano del majestuoso artista de este universo, que con su maestría puso en cada detalle la curiosidad exacta para encantar nuestros sentidos.
Sin ningún objetivo mas que lograr cumbre, cada quien mentalizo y ajusto sus esquemas de manera de lograr sus propios objetivos que finalmente se resumirían en un solo objetivo común, lograr la cima del viejo Roble.
Al inicio es siempre igual, descansados, y con todo el ánimo del despertar, ansiosos por empezar.
La probabilidad de encontrarnos con algo de blanco en la cima, era alta, a lo lejos, el Roble se mostraba jaspeado. La noche anegada del Jueves, hizo peligrar esta nueva aventura.
Desde el oriente se vislumbraba el día gris, nubarrones amenazadores nos invitaban a recular más que a subir.
Desde el poniente los primeros claros solares, prometían un ascenso alegre y divertido, había que concluir en un término medio.
Así, con los pies bien puestos en los bototos, iniciamos nuestra caminata hacia lo alto de la montaña.
Las últimas imágenes enviadas por Gilda prometían rojos y amarillos apuntando hacia el este, pero el gris con que se teñía el ascenso, nos mostraba que seria en otra oportunidad en que veríamos los viejos robles deshojando sus ropajes.
A poco subir, pelones de nieve empezaron a marcar nuestros pasos, asentando cada vez con mayor intensidad la huella blanca olvidada por algún cómodo visitante.
Del café al blanco sin anestesia, nos fuimos adentrando en un túnel calmo de hielo que congelo todos nuestros asombros.
Como Hansel y Gretel, paso a paso, alegres al principio y maravillados pronto, en fila india uno tras otro para no perder el compás, nos fuimos petrificando de admiración y encanto.
Nadie cabía en su pellejo, la inmensa maravilla que se desplegaba ante nuestros ojos, nos hacia verificar en cada paso lo magnifico de la naturaleza.
Así, en silencio, por la blanca senda, seguimos nuestra ruta con cautela y entusiasmo.
No había donde descansar los huesos, todo estaba cubierto por el manto de nieve, solo quedaba seguir subiendo hasta el final.
A medida que nos acercábamos a la meta, el frío se hacia mas intenso y los pasos mas lentos, ya no quedaban huellas del acomodado forastero, había que marcar a ciegas las pisadas que seguiría toda la fila india que venia detrás del guía.
Entre curva y vuelta, vistas y fotos, fueron llenando nuestras retinas y nuestras fotografincas, nadie quiso perder el respaldo de lo que estábamos viviendo, a concho.
Cada vez más cerca, avistamos las antenas que nos indicaban que la cumbre estaba al alcance de nuestros pies.
Arriba, en lo mas alto de la montaña, era posible ver todo, girando de norte a sur de este a oeste, era posible sentir lo pequeño que somos ante una inmensidad tan evidente.
La ventisca de varios grados bajo cero, gélida y petrificante, nos advirtió que solo podríamos permanecer un par de tiempos para reponer fuerzas y retomar el largo retorno.
Tampoco en la cima fue posible descansar, todo era hielo y nieve.
Presurosos, la foto de rigor, y a emprender la retirada antes que la noche se dejará caer en las altas cumbres.
Un descenso acelerado para bototos que no soportaron el deshielo de traviesos copos infiltrados en busca de abrigo entre nuestras calcetas, debían intentar salvar del congelamiento de nuestros preciados piececitos de niños.
Felices por la hazaña realizada y con nuestra mente saturada de imágenes inolvidables, logramos finiquitar una vez más, una osada aventura.
Esa noche dormí en paz, feliz y agradecida del fortunio de disfrutar la mano del majestuoso artista de este universo, que con su maestría puso en cada detalle la curiosidad exacta para encantar nuestros sentidos.
5 comentarios:
Grande, amiga, que bonitas fotos y me imagino que debe haber sido grandioso haber estado ahi.
Te felicito...
Gabo
bellas fotos Mad como siempre tu y tus aventuras te felicito
Andy
Jorge Garcia T:
"Maravilloso paseo y tu relato le hace honor, felicitaciones y gracias por compartir"
Miralles Millar, Rodrigo:
Como siempre...una artista para las letras....
Muy lindo.....me encanta como escribes...
Gracias a todos.
Fue una experiencia inolvidable, bien vale la pena algunas letras para el recuerdo.
Abrazos
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