Puntualmente y como todos los
días a las trece horas, el furgón amarillo ruge tres veces su claxon. Del frente, doña Juanita sale hasta la desaliñada
reja, su nieto Benjamín, ya está listo con su mochila al hombro rumbo al
colegio.
La señora Josefa corre la puerta
y en un abrir y cerrar certero, enfila en busca del resto de los niños.
Doña Juanita luego del adiós que
se escapa de su avejentada mano, cierra el enrejado y desaparece tras la añosa
puerta de madera. Irá por una buena
siesta junto a Dorilo, su peludo regalón.
Al sol, ambos pestañearán hasta las dieciocho, hora en que Benjamín retorna
del quehacer escolar.
Entonces, será la misma rutina de
lunes a viernes, cancinamente, pondrá la tetera al fuego, tostará el pancito
que tanto le gusta a Benjamín, y luego de escucharlo parlotear una y mil veces
sus travesuras de curso, apurará su cuchara, remojando el pancito en el té con
canela.
Seriamente y luego de corretearlo
por toda la casa, doña Juanita logra que Benjamín se disponga a realizar sus
deberes escolares, le preguntará una y otra vez cosas que la doña ya ni
recuerda, que la guerra del mil
ochocientos, que la teoría de conjuntos, y el resumen de Cañuela y Petaca de
Baldomero Lillo…. tareas que debe llevar presto, en la siguiente jornada.
Ya casi de noche, juntos en el
sofá de 2 cuerpos, se arrellanan para ver los mismos titulares de siempre. Dorilo ronronea entre ambos. Cansados del agitado día, se disponen a pernoctar,
uno al lado del otro. Comparten pieza
desde que Benjamín despertó inquieto por un sueño terrorífico entre Juan y
Tolola obligados a comerse un tomate.
Por más de una semana, Benjamín
no pudo conciliar el sueño… “a quién se le ocurre obligar a comerse un
tomate?”. Puro regaloneo nomas piensa
doña Juanita, pero lo acepta en su pieza junto a Dorilo, ya que son su cable a
tierra que le permiten seguir viviendo con ganas de ver una vez más salir el
sol temprano en la mañana, cuando Benjamín remolón y somnoliento, rezonga: “abuela
no quiero ir al colegio”.
Y así pasan los días, semanas y meses entre cuatro paredes, ocultas del mundanal ruido. Seres que se acompañan mutuamente en este pasar, simple y puro, de sueños no cumplidos, de sueños por venir…
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