viernes, 4 de diciembre de 2015

Del diario vivir

Puntualmente y como todos los días a las trece horas, el furgón amarillo ruge tres veces su claxon.  Del frente, doña Juanita sale hasta la desaliñada reja, su nieto Benjamín, ya está listo con su mochila al hombro rumbo al colegio.


La señora Josefa corre la puerta y en un abrir y cerrar certero, enfila en busca del resto de los niños.

Doña Juanita luego del adiós que se escapa de su avejentada mano, cierra el enrejado y desaparece tras la añosa puerta de madera.  Irá por una buena siesta junto a Dorilo, su peludo regalón.  Al sol, ambos pestañearán hasta las dieciocho, hora en que Benjamín retorna del quehacer escolar.


Entonces, será la misma rutina de lunes a viernes, cancinamente, pondrá la tetera al fuego, tostará el pancito que tanto le gusta a Benjamín, y luego de escucharlo parlotear una y mil veces sus travesuras de curso, apurará su cuchara, remojando el pancito en el té con canela.

Seriamente y luego de corretearlo por toda la casa, doña Juanita logra que Benjamín se disponga a realizar sus deberes escolares, le preguntará una y otra vez cosas que la doña ya ni recuerda, que  la guerra del mil ochocientos, que la teoría de conjuntos, y el resumen de Cañuela y Petaca de Baldomero Lillo…. tareas que debe llevar presto, en la siguiente jornada.

Ya casi de noche, juntos en el sofá de 2 cuerpos, se arrellanan para ver los mismos titulares de siempre.  Dorilo ronronea entre ambos.  Cansados del agitado día, se disponen a pernoctar, uno al lado del otro.  Comparten pieza desde que Benjamín despertó inquieto por un sueño terrorífico entre Juan y Tolola obligados a comerse un tomate.


Por más de una semana, Benjamín no pudo conciliar el sueño… “a quién se le ocurre obligar a comerse un tomate?”.  Puro regaloneo nomas piensa doña Juanita, pero lo acepta en su pieza junto a Dorilo, ya que son su cable a tierra que le permiten seguir viviendo con ganas de ver una vez más salir el sol temprano en la mañana, cuando Benjamín remolón y somnoliento, rezonga: “abuela no quiero ir al colegio”.


Y así pasan los días, semanas y meses entre cuatro paredes, ocultas del mundanal ruido.  Seres que se acompañan mutuamente en este pasar, simple y puro, de sueños no cumplidos, de sueños por venir…

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