viernes, 5 de septiembre de 2008

Abril en Concepción

Una extraña sensación, mezcla de nostalgia, culpabilidad e incredibilidad se apodero de mí.

Estaba en mi ciudad natal, a mas de seiscientos kilómetros de mi mar, cumpliendo la promesa de visitar a mi padre en el día de su cumpleaños.

El laburo era apremiante, mi grupo en pleno y a pesar de que era Sábado, estaba trabajando sin descanso desde hacia semanas, meses ya.

El proyecto más emblemático y complejo de todos los tiempos me amarraba a toda luz de día.

Aun así mi destino me llevo volando a cumplir mi promesa.

La mañana de sol frío, propio de ese sureño lugar, me hizo sentir extraña en mi tierra, mientras caminaba por las orillas de Lenga.
Algo decía que detrás de ese viaje de extrañas sensaciones había algo mas que mis sentidos no alcanzaban a interpretar.

Un llamado urgente de decisión inmediata me llamo a terreno y debimos volver, justo a tiempo para almorzar.

Por la tarde me quedaría pendiente de la evolución de uno mas, de los tantos pasos a producción.

El domingo fue diferente, a sabiendas de que el equipo seguía enfrascado en la rutina propia de los proyectos amermelados. Decidí desconectarme para alcanzar a disfrutar ese lejano lugar.

Las empanadas en Pedro de Valdivia, me hicieron recordar viejos caminos que me llevaron hasta las cercanías de la antigua clínica alemana.
aaaaaaaaaaaaaa
Recuerdo violetas en mayo, mientras el tiempo no avanzaba y mi madre yacía en algún pabellón de cirugía interior.
aa
Hoy hay calles mejoradas pero el aroma es el mismo, la vista al eterno Bio – Bio aun persiste y el sol frío de invierno penetro mis recuerdos.

El regreso fue premeditado, era necesario dar una vuelta por las lagunas.

La necesidad de ver como estaban esos lugares donde tantos sueños adolescentes quedaron suspendidos en el espacio.

Los mismos muelles donde miles de veces mire el cuatro con del italiano, mientras mi entrenador gritaba que saltara una vez mas al agua helada de verano.

Los jardines han cambiado pero siguen los camarines. El espacio se me hizo pequeño, es que crecí de repente. Me costo ubicar mis lugares preferidos para tomar el tibio sol después de cada entrenamiento, pero allí seguían, intactos.

Algo me molesto, al mirar hacia el sur, pude ver que los cerros del emblemático club de ingeniería tenían nueva vestimenta, feos edificios de cemento se levantan hoy en reemplazo a los caminos terrosos que subí corriendo mas de una vez como parte de mi entrenamiento; la naturaleza se había marchado del lugar.

El camino que cruza el aserradero San Pedro se me acorto esta vez, el mismo que camine tantas veces a pie con calor y a duras penas luego de terminadas mis labores deportivas.

Casi sin darme cuenta estaba en la entrada de la laguna grande, la que en mis tiempos adolescentes estaba cubierta de solo su naturaleza, casi abandonada.

La misma donde fuimos alegres, de picnic, los primeros radicados en la pequeña villa San Pedro. Hoy no sé distinguir donde se perdió, dentro de tantas y tantas nuevas villas que se han comido poco a poco el paisaje.

Camine por el mismo sendero donde solía ir a elevar el tremendo pavo de don José los días de Septiembre, parchado y viejo ya, era capaz de encumbrarse año tras año hasta lo mas alto de los cielos.

Grata sorpresa me dio ver que hay nuevos integrantes en las aguas de la gran laguna. Los cisnes que debieron emigrar de Valdivia han encontrado en sus aguas el refugio necesario ante tanta destrucción humana.

Recorrí algunas calles intentando encontrar algún rostro conocido, olvide sin embargo, que largos años han pasado y que si me crucé con algún antiguo amigo, ni yo ni él nos reconoceríamos.

La hora del regreso y la nostalgia suspendida ante escenarios que fueron importantes en mi vida.

El cruce en bicicleta a través del bosque de pinos ya no está, hoy se yergue un colegio y un anfiteatro. Si volviéramos con Raúl y Pedro a caminar por entre los árboles, felices de ir a encontrarnos con la canoa que nos llevaba hasta el fondo de la laguna, para escuchar el croar de las ranas, lo haríamos en silencio y cabizbajo ante tanto avance civilizado que dejo atrás y solo en los recuerdos, todo el verde y aroma de los eucaliptos.

Por la tarde y mientras me embarcaba en el pájaro que me regresaría a mi mar azul, persistió la sensación de que algo mas que los recuerdos me llevo hasta Concepción. No supe definir que extraña fuerza me arrastro a esas soledades, hoy lo entiendo, pero no llena mis preguntas.

Siempre un paso atrás de mí, tus pasos van uno a uno, como queriendo encontrar el camino perdido.
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Fotos by MadPat: Concepción - Abril 2008

2 comentarios:

Anónimo dijo...
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Andrea J. dijo...

Uf Patty querida! sólo quienes somos de estas tierras y particularmente vecinos de la laguna grande, podemos dimensionar el alcance de tus palabras y sentimientos... cuánta verdad; cuánta razón. Me dejaste "pa'dentro"...
Hermosos recuerdos y tan vívidos que pude acompañarte incluso. Un abrazo amiga.