Camina libre por la vida, ella va sin importar el que dirán.
Es un poco Penélope, un poco Alicia.
Un poco de todo con mucho de nada.
Libre como el viento, disfruta tanto un día lleno de sol como uno amenazante de nubes.
Le gusta que el viento acaricie su pelo, lo desordene y lo deje tieso de arena y sal.
Le gusta el rocío de mañana helando su piel, aunque viste de guantes, su cara recibe alegre el húmedo y fresco rocío.
Doris corre por entre gaviotas, libre como la espuma, que forma figuras en la arena para morir en el instante que alcanza la orilla.
Doris sueña con un gran amor y cada mañana despierta, se asoma a la ventana para ver el blanco corcel del príncipe encantado que le contaron de niña.
Luego sube su vista hasta el cielo y se fuga con las negras golondrinas que alegres anuncian la llegada de otro largo invierno.
Entonces, calza sus botas, bufanda y guantes y baja a recorrer los últimos rayos de sol del otoño desnudo.
Camina largas extensiones de playa y recoge conchas y piedras que va guardando en miles de lugares que luego olvida.
Doris es feliz porque no recuerda que ayer su amor partió sin rumbo y al igual que Penélope, va a diario a la estación para verlo llegar.
Mientras camina, va sonriendo porque todo es nuevo para ella y Alicia en el país de las maravillas es una alpargata frente a tanta entretenida peripecia.
Se comunica con los pájaros, con el sol, los gatos, los perros y el mar.
Sabe que la creen loca eso no le intimida, porque todos en este mundo van un poco locos, mas nadie se atreve a admitirlo.
Dejo su casa siendo niña y desde entonces se las arregla para conocer lagos y desiertos, montañas y mares, todos en un solo boleto de viaje, solo de ida, sin regreso.
Camina sin rumbo y va haciendo camino al andar, como la canción del poeta.
De repente recuerda a su amado y lagrimas ruedan por su cara de porcelana.
Lagrimas que secan la brisa y el sol y la sonrisa de un niño que no quiere crecer.
Cada mañana mira hacia arriba, sin importar su destino, y agradece vivir, agradece sentir, agradece ir diferente.
Olvidando cada cinco minutos quién es, de dónde vino y hacia dónde va.
Muchos como ella van en silencio a su lado, la miran con ojos inocentes y se comunican alegres, en su mismo lenguaje.
Su gato blanco, el abuelo Filiberto que ya esta por regresar a su mundo verdadero y otros que tampoco saben conectar sentimientos con este mundo material.
Doris no sufre porque perdió su memoria, la dejó abandonada una noche de invierno, bajo una lluvia torrencial.
Fue arrojada a la calle desde su burbuja de bils y pap.
Sola, triste y desvalida, salió a la vida, se mojo y sus lágrimas se perdieron entre las gotas de lluvia de ese frío invierno.
Sus pies descalzos y desnudos, se llenaron de pena y camino por el empedrado sintiendo las miradas inquisitivas en cada ventanal….
Que le corten la cabeza repetía la reina de corazones!!!.
Ella siguió su camino, cerrando puertas y ventanas. Cruzo hasta el almacén de la esquina y pidió al panadero una goma de borrar, la mas grande que pudiera existir.
El buen panadero se alegro al verla, recordó que siempre la vio pasar pero nunca osaba entrar por un pan. Consiguió para ella la mejor goma de borrar.
Así, Doris, con su goma de borrar, partió hacia nuevos caminos, sin destino, sin final.
Camino tanto y tanto, que cruzo de cordillera a mar.
A lo lejos un velero le saludo al entrar, sus velas echadas al viento, alegraron su alma invitándola a quedar.
Doris miro hacia atrás y no vio por donde venia, su gigante goma había deshecho el camino y ya no había regreso atrás.
Se quedo en ese lindo lugar, lleno de botes y sal.
Por las noches se asomaba a su ventana y feliz se dormía soñando con las miles de luces que vestían los cerros.
Se sintió dichosa en ese azul paraíso y decidió no volver a escapar.
Desde su ventana todas las mañanas era afortunada, con su mirada a lo lejos, se perdía en el entrar y salir de barcos, hasta que morían en el horizonte, como sus recuerdos, como sus dolores, como sus vivencias.
Una invisible línea que borra cada cinco minutos.
Es un poco Penélope, un poco Alicia.
Un poco de todo con mucho de nada.
Libre como el viento, disfruta tanto un día lleno de sol como uno amenazante de nubes.
Le gusta que el viento acaricie su pelo, lo desordene y lo deje tieso de arena y sal.
Le gusta el rocío de mañana helando su piel, aunque viste de guantes, su cara recibe alegre el húmedo y fresco rocío.
Doris corre por entre gaviotas, libre como la espuma, que forma figuras en la arena para morir en el instante que alcanza la orilla.
Doris sueña con un gran amor y cada mañana despierta, se asoma a la ventana para ver el blanco corcel del príncipe encantado que le contaron de niña.
Luego sube su vista hasta el cielo y se fuga con las negras golondrinas que alegres anuncian la llegada de otro largo invierno.
Entonces, calza sus botas, bufanda y guantes y baja a recorrer los últimos rayos de sol del otoño desnudo.
Camina largas extensiones de playa y recoge conchas y piedras que va guardando en miles de lugares que luego olvida.
Doris es feliz porque no recuerda que ayer su amor partió sin rumbo y al igual que Penélope, va a diario a la estación para verlo llegar.
Mientras camina, va sonriendo porque todo es nuevo para ella y Alicia en el país de las maravillas es una alpargata frente a tanta entretenida peripecia.
Se comunica con los pájaros, con el sol, los gatos, los perros y el mar.
Sabe que la creen loca eso no le intimida, porque todos en este mundo van un poco locos, mas nadie se atreve a admitirlo.
Dejo su casa siendo niña y desde entonces se las arregla para conocer lagos y desiertos, montañas y mares, todos en un solo boleto de viaje, solo de ida, sin regreso.
Camina sin rumbo y va haciendo camino al andar, como la canción del poeta.
De repente recuerda a su amado y lagrimas ruedan por su cara de porcelana.
Lagrimas que secan la brisa y el sol y la sonrisa de un niño que no quiere crecer.
Cada mañana mira hacia arriba, sin importar su destino, y agradece vivir, agradece sentir, agradece ir diferente.
Olvidando cada cinco minutos quién es, de dónde vino y hacia dónde va.
Muchos como ella van en silencio a su lado, la miran con ojos inocentes y se comunican alegres, en su mismo lenguaje.
Su gato blanco, el abuelo Filiberto que ya esta por regresar a su mundo verdadero y otros que tampoco saben conectar sentimientos con este mundo material.
Doris no sufre porque perdió su memoria, la dejó abandonada una noche de invierno, bajo una lluvia torrencial.
Fue arrojada a la calle desde su burbuja de bils y pap.
Sola, triste y desvalida, salió a la vida, se mojo y sus lágrimas se perdieron entre las gotas de lluvia de ese frío invierno.
Sus pies descalzos y desnudos, se llenaron de pena y camino por el empedrado sintiendo las miradas inquisitivas en cada ventanal….
Que le corten la cabeza repetía la reina de corazones!!!.
Ella siguió su camino, cerrando puertas y ventanas. Cruzo hasta el almacén de la esquina y pidió al panadero una goma de borrar, la mas grande que pudiera existir.
El buen panadero se alegro al verla, recordó que siempre la vio pasar pero nunca osaba entrar por un pan. Consiguió para ella la mejor goma de borrar.
Así, Doris, con su goma de borrar, partió hacia nuevos caminos, sin destino, sin final.
Camino tanto y tanto, que cruzo de cordillera a mar.
A lo lejos un velero le saludo al entrar, sus velas echadas al viento, alegraron su alma invitándola a quedar.
Doris miro hacia atrás y no vio por donde venia, su gigante goma había deshecho el camino y ya no había regreso atrás.
Se quedo en ese lindo lugar, lleno de botes y sal.
Por las noches se asomaba a su ventana y feliz se dormía soñando con las miles de luces que vestían los cerros.
Se sintió dichosa en ese azul paraíso y decidió no volver a escapar.
Desde su ventana todas las mañanas era afortunada, con su mirada a lo lejos, se perdía en el entrar y salir de barcos, hasta que morían en el horizonte, como sus recuerdos, como sus dolores, como sus vivencias.
Una invisible línea que borra cada cinco minutos.
8 comentarios:
Bello amiga, como puedes sacar tanta imaginacion de la nada? Quien como tu que puedes escribir y ser feliz.
Sonia
Bravo! me gusto, un poco melancolico pero bueno, entretenido como todo lo que escribes.
como siempre tu seguidor y amigo
Gabo
WOW........
Te pasaste para escribir lindo......creo que ya deberías comenzar con tus memorias....antes que las olvides....jajajajajaj
me gustó mucho....tienes harto que contar todavía ah??? espero en algún minuto poder escucharte....
Un abrazo!!!
RMM
Doris, mi amiga !!, me gustó tu historia, es tan descriptiva de ti misma.
Solo le agregaría que la Doris debe dejar de esperar al principe azul, porque eso es de otro cuento jejejeje.
Cariños
Lanita
Elizabeth Schuffeneger
Pobre Doris, tan inocente ella, todavia no se entera que el principe azul es puro cuento.............jjjjjjjjjjooooooooojo
Esta muy lindo mami, te felicito (:
toy orgullosa
UUUuuuuhhhh mezcle los cuentos???... joer!!!.
Mucha, toda la razón...
Y como se metio ese principe en mi cuento?... ah ah ah.
Parece que soy DorisAlicia , he visto mas de alguna fémina caminando sola por la playa recogiendo conchitas …. ( donde se irán después que las llevas a casa ¿ se devuelven al mar ¿ porque nadie tiene tantas como ha recogido … ), o mirando el ocaso o paseando bajo la lluvia ….preguntándose, cuestionándose, porfiándose todo de todo y a veces a todos ….
del principe hablo despues ....
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